Presentar la poesía de Andrés Hernández sería algo tan sencillo como resumir la vivencia de una llamarada: es algo que choca, quema, ilumina y funde.
Llena de caminos sinuosos e imágenes en movimiento, VocAles se muestra ante el lector como una recopilación de poemas vivos, apasionados, intensos; un repertorio impregnado de simbolismo y realidad a partes iguales. VocAles es, en cierto modo, una expresión propia del autor en sí mismo, que se hace letra y verso para arrastrarnos y atraparnos en su poesía.
Profundidad, vida, Tierra, Dios y amor intenso y arrollador
La obra comienza con una primera parte sustancial y preparatoria, la cual cuenta con cerca de una veintena de poemas. En ella nos adentraremos en materia inspeccionando los versos iniciales de lo que será una poesía realmente profunda. Veremos vida, a la propia Tierra, a Dios, a un amor intenso y arrollador.
Una alabanza a la pasión que produce la creación divina (Volcanes / ¡Creo! / Luz. Erupción. / ¡Creo!). El alma del autor empieza a abrirse, mostrándonos un telón de fondo plagado de naturaleza, una imposición del mundo oscuro que habitamos. Un amor dulce, delicado y cálido; el sol. Y el hombre; siempre el hombre.
Sinuosidad, movimiento perpetuo, corazón y plenitud.
La segunda parte, encabezada por una cita de Esquilo, es el corazón, la implosión más íntima de los versos, que se entremezclan y se tambalean para llegar a los límites de los sentimientos. Sinuosidad; movimiento perpetuo. El fuego y la luz proyectora de sombras engañosas se alejan levemente para dar paso al silencio, al agua y a la pureza de las verdades. La tierra y, una vez más, los dioses. En definitiva, Andrés Hernández entregado a plenitud, la muestra de su lírica más reciente y explosiva, que enriquecerá y hará estremecer a sus lectores.
Esquilo será en esta obra su mayor referente, más en su perspectiva de eco de los dioses (pues a modo de eco divino se mostrarán también las palabras de Hernández) que la de poeta en sí mismo. Sus ver- sos serán la imagen del sufrimiento que se produce en el interior de los hombres, de corazones afligidos que buscan una escapatoria entre las sombras. Citando al clásico griego: «las palabras son una medicina para el alma que sufre». Y, en muchos sentidos, será lo que VocAles nos dé: palabras para curar las almas que los propios versos reflejan, que también pueden ser un reflejo de nosotros mismos.
Poesía de Andrés Hernandez: Sangre y tinta fundiéndose en un solo fin
En definitiva, podríamos resumir a Andrés Hernández con muchos y característicos adjetivos. Su poesía sería definida mediante el uso de esos mismos apelativos. Porque, al fin y al cabo, sus versos son eso: él. Una expresión de los sentimientos, experiencias y emociones que traspasan desde el alma del autor has- ta sus estrofas. Sangre y tinta fundiéndose en un solo fin. Poemas y esperanzas envolviendo al lector y mostrándole el interior del propio escritor. No podemos olvidarnos de que, al fin y al cabo, la literatura clásica no es ni más ni menos que los cimientos sobre los que, de un modo u otro, se eleva toda la creación artística posterior, lo que traslada a Andrés Hernández a un puesto avanzado y primordial de aquellos autores que conocen sus raíces, que las admiran y que, además, las comparten. Una mezcla de influencia griega, dioses, tradiciones, pasado y sentimientos terriblemente explosivos. Una lírica repleta de miles de rasgos escondidos que, a su vez, emergen con facilidad entre esos huecos y estructuras inteligentes.
La naturaleza, el mundo, hechos poesía repleta de significados.
Prólogo de Ángeles Jiménez